miércoles, 13 de junio de 2007
José Hernández y Martín Fierro al Sur del Salado
Por Hernán Bernasconi
Dolores es la Pampa. En medio de la Pampa un gaucho en su montura al paso se dirige a una estancia donde se sumará, -por comida y una paga-, a los soldados de un tal Coronel Pedro Rosas y Belgrano (1). Se trata de pelear contra un ejército que viene de Buenos Aires (2). No es un desconocido. Tiene entre dieciocho y veinte años, y se lo suele ver, errabundo, en los fogones y pulperías por los pagos de Monsalvo, Dolores, El Rincón de López, las islas del Tordillo, Los Montes Grandes, Camarones, Ayacucho, siempre bien montado en un moro, siempre al paso, siempre al Sur del Salado, siempre en territorio bárbaro.
Al mar de pastos y rebaños que hay en el territorio bárbaro llegan –del mundo civilizado- los inmigrantes españoles e italianos y los soldados. Al mismo tiempo que los indios caen, degollados, con las tripas al aire, desvastados por la pólvora y los sables de los ejércitos. Se mezclan, -los indios-, con españoles y se lavan, pactan, trabajan en las labores del campo o huyen, y de tanto en tanto contraatacan al mundo civilizado. Los indios pampas.
Esa mezcla de indígenas y españoles, sangre un poco andaluza, otro poco árabe y otro poco india, envuelta en un poncho, con su guitarra a cuestas, bien montada, al paso, se dirige a la Estancia (3) donde se reunirá, con otros gauchos al servicio de una guerra que no se esfuerza por entender. Joven, hecho a campo, caza algún animal por día con las boleadoras para lo que es tan diestro como los indios, hace algunas tareas de campo, pero también se gana la vida peleando. Y claro que sueña con construir un rancho eventual y tener hijos y mujer.
Fundido con la naturaleza inhóspita de la pampa, aislado, nihilista, libre, inadaptado e ingobernable el gaucho se encuentra con la organización y el orden de un lado y los indios del otro. Cada cual con sus propias contradicciones interiores.
El joven de a caballo que viene a pelear se llama Martín Fierro. Es recio, duro, habilidoso y bárbaro. Eso piensa el otro joven que lo ve. El joven que lo ve forma parte de un grupo de paisanos y gauchos. Estos obedecen a su padre que siempre estuvo a las órdenes de Don Juan Manuel de Rosas y que ahora, después de Caseros, apoya al hijo adoptivo de aquel integrando las fuerzas dispuestas a pelear contra las de Hilario Lagos. Dicho de otro modo, viniendo de Dolores, un tal José Hernández, descendiente de españoles, hijo de soldado, arriero y capataz de estancias, es decir, miembro de la civilización rural no iluminista se suma a las fuerzas de Rosas y Belgrano –hijo adoptivo del Restaurador-, y allí conoce a Fierro.
José y Martín se tratan con recíproca simpatía, y éste le enseña al muchacho de la ciudad -que sabe no pocas cosas de los quehaceres del campo-, los secretos profundos de la pampa. José oye el rasgueo de la guitarra y la voz de Martín que dice: cantando me he de morir, cantando me han de enterrar para verlo unas horas después, en la madrugada del veintidós de enero del cincuenta y tres (4), para ser más preciso, matar y defenderse, con la resolución y el coraje de un salvaje. El curso de la batalla los dispersa y la derrota los reúne, esta vez, huyendo a campo traviesa donde se puede suponer que José sigue a Martín en dirección del monte.
Sin dudas, su existencia real y el encuentro de ambos es una anécdota ignorada de la historia. Un hecho que servirá al genial José Hernández para su elegía. La que a su vez alimentará la fantasía popular y dará al gaucho un lugar de privilegio en la memoria colectiva y en la literatura universal. Y coincidiendo con Meckievi, nos parece bueno que –de la mano de historiadores bonaerenses que investigaron este tema- la anécdota sea rescatada de la oscuridad que la rodea.
En eso no hay mella al genio, a la épica y a la mitología criolla como creyeron los descendientes del poeta (5). Hay sí un homenaje a los humildes, a los indómitos, a los desvalidos, a los analfabetos, a los condenados y perseguidos. A los gauchos desertores y matreros. A los que como él en todo tiempo se revelan ante los atropellos y las injusticias, estallan, huyen, roban y matan sin corromperse, y aceptan la suerte de su destino.
Lo que la suerte destina no puede el hombre evitar. Dice Fierro.
Elementos de convicción
No hay prueba de que el encuentro que describimos se haya producido. Sin embargo parece verosímil a la luz de las huellas del paso de José Hernández y de Martín Fierro por la región de Dolores, de la contemporaneidad y coetaneidad de José Hernández, Martín Fierro y el Sargento Cruz, de la prueba de la condena a Fierro y su traslado a la frontera (tal cual descripta en el poema) y de la huída de éste hacia los pagos de los indios pampas (también coincidente con el relato de Hernández).
No hemos podido encontrar indicios acerca de la mujer de Fierro ¿se refugió en Dolores cuando conoció a ese mozo que se la llevó para el pueblo? ¿cuando enfermó fue internada en el Hospital de esta ciudad?. Las constancias de aquella época se quemaron. Tampoco sabemos si los hijos trabajaron en las estancias de la región. Pero es probable suponer que haya sido así. Nada se pudo saber acerca de la suerte posterior de nuestro héroe de carne y hueso.
José Hernández en la batalla de San Gregorio
Pero vayamos a las pruebas. Estas acreditan que José Hernández participó de la batalla de San Gregorio. Al respecto así lo afirma Alicia Lahourcade en su San Gregorio, la batalla olvidada. Ella dice que “Entre los actores de San Gregorio sería injusto olvidar a un joven de 18 años, que enviado al campo para mejorar su salud, aprendió a hacerse gaucho y a sentir adentro a la pampa y sus hombres. En la ocasión quiso unir su suerte a la de esos estancieros que eran sus amigos y sus modelos y se plegó a Pedro Rosas y Belgrano. Se llamaba José Hernández, y fue de los que logró ganar la pampa abierta junto con Ramos Mejía.”(6) . Recordemos que la batalla fue el 22 de enero de 1853, después de la batalla de Caseros (3 de febrero) y del pronunciamiento de Hilario Lagos (1ro. de diciembre), antes, desde luego de la sanción de la Constitución Nacional (1ro. de mayo de 1853). Pedro Rosas y Belgrano y Ramos Mejía se sublevan contra Hilario Lagos y en contra de la integración a la Confederación.
La condena de Martín Fierro en Monsalvo
Martín Fierro “fue condenado al servicio de frontera el 16 de Agosto de 1866, trece años y medio después de que José Hernández huyó de la boca del Salado concluída la batalla de San Gregorio” (7). A lo que agregamos, trece años después de la batalla de San Gregorio y once años después de la causa en la que aparece el Sargento Cruz prestando testimonio en la estancia Mari Huincul, como veremos luego. La condena contra Martín Fierro obedeció a unas lesiones que provocó éste a Policarpo Vera el 7 de junio de 1866 en la estancia Mari Huincul y por lo cual ingresó prisionero a la cárcel a disposición del juez de Dolores que se declaró incompetente y devolvió la causa al juez de Paz de Monsalvo quien en definitiva lo condena con destino al Batallón 11 de línea
de Azul, de donde se fuga la nochebuena de ese mismo año, de todo lo cual hay prueba documental.
El Sargento Cruz
Otra prueba relacionada con la presencia de Fierro en la región y la contemporaneidad y coetaneidad con el Sargento Cruz, es la causa que se instruye por la fuga de un preso que había matado y en la cual figura como testigo y auxiliar del Juzgado de Paz de Monsalvo un tal Sargento Pedro Cruz que en el poema hernandiano aparece retratado como el compañero de andanzas de Martín Fierro. Según estos datos Cruz era unos diez a doce años mayor que Fierro. Este expediente según testimonio de Villasol Cabutti a quien seguimos, es el Nro. 69 caratulado Criminal por la fuga del preso Anacleto Herrera en el partido del Tuyú en la noche del 15 de octubre de 1855. A fojas 3 vta. y 4 declara el Sargento Pedro Cruz, de 35 años, analfabeto, quien firma con una cruz (8).
Don Pablo Vera
Sabido es que Pablo Vera fue el contendor con quien Martín Fierro protagonizó un duelo y por cuya causa éste fue a parar a la cárcel en el año 1866. Importante acopio
documental que prueba la existencia de éste en Dolores es reseñado por Velázquez en su obra (9) a la cual por razones de brevedad nos remitimos.
¿Cuándo escribe Hernández el Martín Fierro?
Si el último dato fidedigno que tenemos relacionado con las aventuras que el poema relata es de 1866 debió haber sido escrito después de esa fecha. De lo contrario se torna inverosímil la hipótesis del realismo que aquí se sostiene. Pues, en efecto, no hay discrepancias entre los historiadores en afirmar que la primera parte titulada El gaucho Martín Fierro fue concluida en el año 1872 mientras Hernández se encontraba alojado en el Hotel Argentino en las actuales calles 25 de Mayo y Rivadavia, de la ciudad de Buenos Aires, poema que había iniciado unos años antes. Y con posterioridad escribe La vuelta de Martín Fierro que publica en 1879. A esta concordancia en el tiempo se debe sumar al hecho de que Hernández entre el 52 y el 72 frecuenta la región y bien pudo haber actualizado, por medio del paisanaje u otras personas amigas(10), las noticias sobre la suerte de Martín. Con lo cual no se puede negar la hipótesis de que el Martín Fierro relate hechos acaecidos en la región de Dolores entre las décadas del cincuenta al setenta del siglo XIX. Y no sólo no hay prueba negativa de ello, es verosímil pensar que así ha sido. Por último, se menciona que en la edición de 1915 hecha por Cultura Argentina, en Buenos Aires, del Martín Fierro de Hernández puede leerse en la página 52, canto 3, los siguiente: “Yo llevé un moro de número, /sobresaliente el matucho./ con él gané en Ayacucho/ más plata que agua bendita. /Siempre el gaucho necesita/ un pingo pa fiarle un pucho..../”.De donde no pueden quedar dudas que sin perjuicio de la fantasía como bien afirma Velázquez en su importante obra ya citada, en la primera parte del Martín Fierro, José Hernández, “es indudablemente histórico.” (11)
NOTAS
(1) Coronel bonaerense representante de los intereses de los estancieros que se oponían a la integración de la provincia de Buenos Aires a la Confederación.
(2) El ejército de la Confederación estaba comandado por Gregorio Paz, lugarteniente de Hilario Lagos, quien unos meses antes en un célebre pronunciamiento se había declarado a favor de la incorporación de la Provincia de Buenos Aires a la Confederación.
(3) ¿Mari Huincul, Las Vívoras?
(4) La batalla de San Gregorio se lleva a cabo en la boca del Salado el 22 de enero de 1853.
(5) Los descendientes siempre negaron que hubiera habido alguna relación de José Hernández con un tal Martín o Melitón Fierro con el temor de que eso quite dimensión al personaje (ver La personalidad histórica de Martín Fierro, Rafael P. Velázquez, Mar del Plata 1972, pag. 47 y siguientes).
(6) (pag. 47, op. Cit.).
(7) Autor cit. Op. Cit. en nota 5, Pag. 27/28;
(8) (Legajo Nro. 2 del Archivo de los Tribunales de Dolores) (ver artículo Aquí estuvo el Gaucho Martín fierro y su amigo el Sargento Pedro Cruz, Dr. Miguel Agustín Villasol CAbutti, El Mensajero de la Costa, 29 de julio de 1998- Partido Urbano de la Costa, Provincia de Buenos Aires).
(9) ¿Dónde Nació y dónde estuvo Martín Fierro?, Miguel Agustín Villasol Cabutti, Sociedad Argentina de Historiadores Filial Dolores, VIII Jornada de Historia, 19 de septiembre de 1998, Instituto Francisco de Paula Robles, Dolores, pag. 55 a 57 y constancias del libro de actas del Juzgado de Paz de Monsalvo, cuyo original obraba en poder del ex intendente Balda que nos exhibió.
(10) “... puede asegurarse que al autor del poema (por José Hernández) no pudo faltarle algún corresponsal que le proporcionó informaciones auténticas, presunción que hasta podría involucrar al mismo don José Zoilo Miguens y a su gran amigo, el Jefe de la frontera, Coronel don Alvaro Barros. Sin olvidar que el doctor Mosquera Estman, repitiendo una versión familiar insinúa que don José Hernández conoció a Martín Fierro en la cárcel de Dolores.” (autor cit., en op. cit. en nota 5, pag. 19). Cabe aclarar que don José Zoilo Miguens fue el amigo a quien José Hernández dedica el primer libro del Martín Fierro en 1872.
(11) (autor citado, op. cit., pag. 16). El mismo autor sostiene que la segunda parte del Martin Fierro es puramente novelezca (ver pag. 19).
GoogleDomingo 10 de junio de 2007, Costanera Sur, Avenida Noel y Macacha Guemes, frente a la reserva y río de la Plata, día despejado con sol, se acaban de correr los 7 kilómetros 500 metros de la 2007 OLYMPIC DAY RUM, que se largó a las 10.00 horas en el circuito Puerto Madero. A pesar de que es una prueba participativa y no competitiva los organizadores entregan algunos premios. Martin Sharples es un ex rugbier que perdió una pierna en un accidente y hoy es un corredor de élite en silla de ruedas y al mismo tiempo milita por los derechos humanos. En el momento de recibir el premio que le otorgaba el Comité Olimpico tomó el micrófono y dijo "jamás recibiré un premio de manos de Julio Casanello, presidente del Comité Olímpico Argentino, porque sus manos se encuentran manchadas de sangre de militantes desaparecidos en el Gran Buenos Aires en la época de la dictadura militar". Como pudimos saber Casanello fue amigo del gobernador de la provincia de Buenos Aires, Gral. Américo Saint James quien lo colocó como interventor de la Dictadura Militar en la intendencia de Quilmes al frente de cuya comuna estuvo durante todos los años del proceso al que adhirió sin disimulos. Sharples fue entre otras cosas uno de los impulsores de la iniciativa de lograr que se consagrara primero en Roma y después en la ciudad de Buenos Aires "la carrera de Miguel" en homenaje a Miguel Sánchez, militante y atleta desaparecido durante los tiempos de la dictadura. Tras ese breve discurso intentó ser interrumpido con música y cortes en el micrófono no obstante los aplausos que acompañaron sus palabras. Casanello se alejó presuroso del lugar seguido de Martín Sharples quien no cesaba de proferir a pocos metros de él gravísimas acusaciones reclamando su renuncia al cargo de presidente del COA.
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